Agustín Nieto


Prólogo

Hacia una historiografía obrera generizada

El aperitivo que me invitaron a preparar anuncia aquello que solo podrán conocer adentrándose en las experiencias históricas que, con iracunda pasión por el pasado de las mujeres obreras, nos narra la autora. El convite de una amiga pretende ser honrado con un prólogo que dé cuenta de la apuesta historiográfica que informa sus páginas. Llevaré a cabo este cometido a sabiendas de que tengo que estar alerta y vigilante pues toda voz masculina tiene una fuerte carga androcéntrica. Esta situación se torna más compleja cuando la obra a ser prologada refiere al pasado de mujeres obreras narrado por una historiadora.

Antes de adentrarnos en las historias que nos cuenta Verónica, quiero destacar que el contenido de estas páginas es el producto de años de esfuerzo que fueron coronados con dos becas otorgadas por el CONICET, un organismo que hoy se encuentra jaqueado por las políticas de ajuste que truncan la continuidad laboral de miles de jóvenes investigadorxs y, con ellxs, la posibilidad de un desarrollo científico con autonomía y proyección. Hoy, lxs trabajadorxs de ciencia y técnica nos encontramos en pie de lucha para frenar y revertir las políticas precarizadoras y recrear las esperanzas en un desarrollo intelectual pleno. Sin embargo, muchas de las consecuencias de aquella política ya provocaron que una cantidad importante de investigadorxs optasen por migrar hacia otros horizontes geográficos o laborales. Verónica es parte de esta historia y se enfrenta a sus dilemas. Por lo contrario, el libro, inscripto en la marea acontecimental, logra escapar de la coyuntura de su edición. Sumerjámonos ahora de lleno a sus páginas.

Como toda buena narración, en este libro hay un argumento central que ordena la madeja de pequeñas vivencias pasadas para dar lugar a una buena historia. En esta última se entretejen las experiencias vividas por las obreras textiles con las propias vivencias de la autora inscriptas en el proceso de elaboración y resolución de un problema historiográfico. Al igual que la clase, la historia es una relación dinámica y transformadora entre quienes historian y quien son historiadxs. En este libro, las obreras son habladas por Verónica tanto como Verónica es hablada por las obreras. De este diálogo emerge una perspectiva que busca en la relación clase-género no un producto contingente sino uno necesario para comprender e interpretar estas historias. Así nace, en estas páginas, una noción central que Verónica bautiza con el nombre de «clase generizada».

A partir de esta conceptualización, la autora revisa el andamiaje teórico marxista para informarlo con lo mejor de las críticas feministas. El modo de producción capitalista -dice- es intrínsecamente patriarcal y ordena sus relaciones de producción en consonancia con este carácter. El ordenamiento de la fuerza de trabajo también es entendido en clave interseccional. El trabajo de las mujeres obreras ya sea en el ámbito fabril o doméstico, remunerado o gratuito, padece una fuerte desvalorización social y da lugar a una desigualdad social generizada que se expresa en la precarización del trabajo y la vida de ellas. Esta situación es fundante del capitalismo patriarcal porque permite incrementar la tasa media de explotación a costa de las mujeres obreras. Para Verónica las relaciones de opresión y explotación se entrelazan, pero no se funden. Mantienen una jerarquía que ordena la composición nominal del concepto y ubica en primer lugar la palabra que refiere a la relación mandante: «clase generizada».

De este modo, el libro se inscribe en el campo de estudios de la historia social de lxs trabajadorxs con perspectiva de género. Un espacio historiográfico aún en formación, pero que ya cuenta con importantes aportes, los cuales son referenciados en estas páginas. Sin perder su impronta, este encuentro allanó parte del camino que la autora emprende. Este andar acompañado le permitió a Verónica resolver una vacancia historiográfica con solvencia y de forma innovadora. Una perspectiva interseccional que anuda la clase con el género habilita una relectura de las luchas y organizaciones que dieron vida al mundo obrero en nuestro país.

La noción de clase generizada es solo uno de los conceptos anudados en el telar conceptual ensayado por la autora. Desde las primeras páginas, notamos una vocación teórica que atraviesa todo el libro. No hay capítulo que carezca de tramas conceptuales y ensayos de nominación para relaciones que aparecen como recurrentes y constitutivas de aquellos pasados subalternos y, hasta hoy, silenciados. Entre otros aparecen los conceptos de «conciencia de clase generizada», «conciencia obrera femenina», «política obrera femenina expansiva», «extensa jornada laboral femenina». Lo que se muestra como una simple adjetivación esconde detrás un arduo trabajo de urdido conceptual. De esta forma la autora se declara rebelde ante los mandatos empiristas del oficio. También se muestra inconformista con las miradas eclécticas, por eso se inscribe, sin concesiones, en la tradición del materialismo histórico y el método dialéctico. Es desde allí que logra asimilar los mejores aportes realizados en el marco de los estudios de género.

La apuesta no se agota en un ensayo conceptual. El entramado teórico a la vez que informa es informado por el trabajo heurístico y hermenéutico realizado con minuciosidad por Verónica. Es así como la propuesta conceptual se articula y toma fuerza en el marco del trabajo de archivo. Las prácticas de recolección y triangulación de fuentes le permiten a la autora desarrollar descripciones densas y situadas «a ras del suelo» que devuelven imágenes más cercanas a las vivencias cotidianas de aquellas mujeres obreras, en los barrios, en las fábricas, en las calles, en los hogares, en las sedes sindicales... Estas, a su vez, le posibilitan a Verónica reajustar el entramado conceptual con la finalidad de reponer los procesos de intersección entre distintos clivajes sociales. Fue así como la autora encontró un constante proceso de generización de la clase en el mercado de fuerza de trabajo y la geografía industrial, en los procesos organizativos, en las dinámicas conflictuales y en el discurso que circulaba en la prensa obrera y partidaria.

Las tesis sobre el período de entreguerras están colonizadas de forma abrumadora por el tópico sobre los orígenes del peronismo. Desvergonzada, Verónica se desentiende de las preguntas clásicas sobre el movimiento nacional y popular para centrarse en los avatares de las mujeres obreras en aquella época. Lo hace -me sopla Andre- hasta el punto de olvidarse del peronismo para devolverle a sus agentes la contingencia histórica. Este olvido también sirve para desarmar las miradas retrospectivas que entienden aquel período como la precuela del peronismo. Una década más tarde, las protagonistas de esta historia conocieron a Perón y a Evita, pero en los treinta ni siquiera podían imaginarse aquello que aconteció un 17 de octubre de 1945 y redefinió para siempre la historia argentina. En términos relativos, sabemos mucho sobre el movimiento obrero en los orígenes del peronismo y muy poco sobre las mujeres obreras durante el período de entreguerras. Esto porque su condición diferencial de subalternidad implica su enmudecimiento. Es contra este estado de cosas que se rebela la pluma de la autora. Quien constata indignada las historias que fueron marginadas de la historia y actúa en consecuencia con audaz desenfado, sin perdonar a nadie, ni siquiera a los amigos. Es así porque está reponiendo en la historia la capacidad de agencia de las mujeres obreras. Una veta del pasado de las clases subalternas ninguneada en las narrativas que hegemonizan el campo de estudios sobre la clase obrera.

Un párrafo aparte merece el estilo narrativo de Verónica. Lejos del acartonado y pacato protocolo académico, se lanza sin red al abismo de las afirmaciones tajantes. Con desparpajo arremete contra la timorata mesura del matizar. Para Verónica el análisis de los procesos puede mantener su complejidad sin necesidad de entrar en la noche oscura de la indeterminación. En su discusión con las interpretaciones androcéntricas lleva la vara hasta el extremo opuesto, porque sabe que solo así se puede llegar a un equilibrio virtuoso que devuelva la capacidad de agencia y la voz a las mujeres obreras silenciadas y borradas por narrativas pretendidamente neutras, asexuadas. Ante las tesis que sostienen la virtual inexistencia de lucha en gremios poblados por amplias mayorías femeninas, Verónica retruca con su antítesis: las mujeres obreras luchan con constancia y tenacidad en tanto que obreras y mujeres.

Otro rasgo que caracteriza la escritura de Verónica está en relación con su diccionario conceptual. Sus nociones, tan repetidamente usadas, se tienen que abrir camino en un territorio poco afecto a las insinuaciones teoréticas. En un campo que ningunea lo distinto y festeja el eclecticismo ingenuo, la insistencia es la táctica elegida para dar batalla. Remacha y repite sus ideas hasta que esas palabras se transforman en un irresistible eco interno que nos resuena aún después de finalizada la lectura del libro. Esta, también, es la forma que encuentra la autora para desarmar el ninguneo que intuye en sus lectorxs.

Indefectiblemente, el libro será rotulado por la normalizadora maquinaria del clasificar. En las bibliotecas aparecerá como quiera la ontología semántica que cuantifica y gobierna a los objetos culturales. Esto por arriba. Sin embargo, por debajo, su recepción será indeterminada y diversa. Pues, por mucho que quieran aquellas maquinas clasificadoras, los contornos de sus palabras rebasan los límites de su soporte contenedor. Habrá quienes lo lean como una historia de las obreras de la industria textil en la ciudad de Buenos Aires y alrededores en los últimos años de entreguerras. Otrxs lo entenderán como un capítulo de la historia de las mujeres, o como un capítulo de la historia del movimiento obrero sindicalmente organizado. También podrá ser leído como una historia de la industria textil, o como una historia del comunismo. Quizás, debido a su carga conceptual, pueda ser leído como una propuesta analítica para cada una de las temáticas abordadas en sus páginas. Pero, por sobre todas las variantes temáticas, sobresaldrán los desacuerdos entre sus lectorxs. Ya sabemos que más allá de las intenciones manifiesta de lxs autorxs, las obras se autonomizan y mutan en las manos de sus lectorxs. ¡Qué así sea!

En definitiva, el campo de estudios sobre la clase obrera no escapa a las generales de la ley. Sus principales referentes seguimos siendo los varones. El campo se democratizó, se amplió, pero no se feminizó lo suficiente como para revertir su carácter patriarcal. Por esto las historiadoras del mundo obrero reclaman y luchan con sus armas por el lugar que le quitamos. Y, como sabemos, la obtención de este derecho no será producto de nuestras concesiones ni se logrará con nuestro permiso.

Ya en este punto, dejamos de aburrir con nuestra versión del libro para dejar a quienes están comenzando esta lectura con las palabras de la autora que, desde ahora, son de ustedes...